El Puente San Pablo es otro de los símbolos más importantes que caracterizan la ciudad de Cuenca. La increíble belleza que lo rodea, hace que, desde tiempos remotos, tanto los ciudadanos conquenses como sus turistas, se aventuren a cruzar el puente para fotografiarse con sus maravillosas vistas. Situado en mitad de la Hoz del Huécar, el Puente San Pablo sirve de unión entre el Parador Nacional de Cuenca y las sorprendentes Casas Colgadas. Por ello, es una parada obligatoria en tu viaje a Cuenca
El Puente San Pablo lleva en la ciudad conquense desde el Siglo XVI, aunque no tal y como lo conocemos ahora, por supuesto. Su construcción fue impulsada para hacer más accesible la llegada al monasterio, hoy convertido en el Parador Nacional de Cuenca. Así, con el gran puente de piedra se consiguió evitar la bajada al barranco del río y la posterior subida a la ciudad.
Llegado el Siglo XVIII, las piedras del puente comenzaron a desprenderse y poco a poco entró en ruinas, lo que llevó a su demolición. Así, pasaron 8 años hasta que se inauguró el actual Puente San Pablo de hierro, en 1903. Desde entonces, el emblemático puente ha permanecido al servicio de todos los que deciden cruzarlo para disfrutar de sus vistas a la Hoz del Huécar, inmortalizar su historia de amor o ascender al Casco Antiguo conquense.