En sus versiones anteriores, la Iglesia de Santa María contaba con una torre mudéjar.
Dos templos, y una torre-campanario, preceden a la Iglesia que conocemos hoy en día.
Un terreno en pendiente es la base del edificio, del que se contempla una planta en abanico. Largas y estrechas ventanas son cómplices de la arquitectura tradicional manchega que, junto a las vidrieras compuestas por multitud de colores, simbolizan las estaciones del Vía Crucis.
En el interior del edificio un gran pilar de hormigón tras el altar sirve como apoyo para las vigas, entrelazadas mediante bóvedas vistas de ladrillo cerámico, que conforman un visual haz de luz que parte desde el Cristo Crucificado que preside el altar.
El pavimento del interior del edificio se adapta al terreno en el que se asienta, sintiéndose una suave pendiente que inicia las entradas de la iglesia llegando hasta el altar.
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